jueves, 19 de mayo de 2011

A N Á L I S I S H U N D S T A G E

La película relata una serie de historias que ocurren dentro de un espacio común, en donde encontramos diferentes personajes que retratan la ciudad contemporánea y las problemáticas que en ella se presentan; una ciudad configurada por fragmentos, en donde la propia narrativa del film expone esta naturaleza urbana posmoderna. Se pone en boga la desinformación, la creencia de pertenecer a una realidad en la que la ciudadanía tiene derechos y exige lo que esta ciudad le debe entregar, pero ella es controlada por un poder que se hace invisible como regulador, simulando no existir para así generar en las personas, la sensación de ser libres y poder elegir.

La Hiper-realidad es lo que se obtiene cuando un Panóptico se desarrolla hasta el punto de que puede convencer a todo el mundo de que no existe; la gente continúa creyendo que es libre, aunque su poder haya desaparecido […]”
(Rheingold, 1993: 297-8)

Nos hemos basado en el tema Seguridad, representado por el vendedor de alarmas (Hruby) quien actúa como eje transversal en la narración de una película basada en los fragmentos. El método a través de cual analizaremos al personaje será por escenas en relación a la fragmentación narrativa, para así aplicar los conceptos expuestos en el texto de Soja, los que se ven reflejados en la influencia que tiene Hruby en algunos personajes.

En su primera aparición, el personaje de las alarmas observa analíticamente un conjunto habitacional similar a un condominio, ubicado en la periferia de la ciudad. Él representa el simulacro -la seguridad-, mientras el condominio es la construcción de este artificio y su consumidor, es la representación del mundo imaginario creado desde la manipulación que ejercen las fuerzas que controlan el simulacro, para mantener el orden. La seguridad referida a la hiperrealidad, al exceso de realidad contenida en un solo elemento, es potenciada por los medios como una necesidad creada que se auto-convence de ser necesaria; es ella misma quien construye esta dimensión ficcional. El vendedor transita por calles vacías, por espacios ausentes en donde no hay comunidad; finalmente el simulacro parquetematizado del condominio, que pretende expulsar todo tipo de alteridad y funcionar como un sistema de bienestar, se hace parte del simulacro y genera su opuesto: la no comunidad. La ciudad construida como parque temático, determina preferencias de consumo y estilos de vida dentro de los cuales cabe la seguridad, que finalmente es promovida por los medios, los que generan una psicosis colectiva con respecto a un peligro.

Nos encontramos frente a la  escena donde, para Hruby, ofrecer sus servicios a un  anciano veterano de guerra, dificulta su labor, ya que el ex militar ya maneja un mecanismo de vida en el cual se ha hecho cargo de su propia seguridad, instalando en su domicilio una especie de fuerte que se condice con esta psicosis determinada por la experiencia y los medios. Finalmente el anciano crea su propio simulacro y lo vive como una realidad, por lo que considera la oferta del vendedor de alarmas como un medio innecesario.
“Disimular es fingir que no se tiene lo que uno tiene. Simular es fingir tener lo que uno no tiene. Uno implica presencia, el otro ausencia. Pero la cuestión es más complicada, ya que simular no es sencillamente fingir (…) (ya que) fingir deja el principio de realidad intacto: la diferencia es siempre clara, tan solo está enmascarada; mientras que la simulación amenaza la diferencia entre <<verdadero>> y <<falso>>, entre <<real>> y <<imaginario>>.”
(Baudrillard,. 1983: 5)

Después podemos apreciar la relación que tiene Hruby en su primer encuentro con Ana, quien representa a la psicosis: la irrupción al simulacro. La chica no finge ni simula, sino que representa la realidad, la lucidez de vivir dentro del simulacro, es por ello que lo enfrenta ya que no es partícipe de él, y lo hace por medio de su estado psicótico natural y la constante molestia que implica para el vendedor de alarmas esta voz, que se traduce como el subconsciente de una realidad que él ha cegado por medio de la creación de esta hiperrealidad.  Ana pone en evidencia que el simulacro se ha encargado de establecer un estado de continuidad lo real y lo imaginario, perdiéndose así si diferencia. Finalmente Hruby baja a la chica de su auto, acción que pone en evidencia el enfrentamiento de estos conceptos: seguridad v/s psicosis.

En la siguiente escena, los consumidores del sistema de seguridad (vecinos del condominio), al darse cuenta que éste no ha sido efectivo, exigen que el bienestar por el cual ellos están pagando, sea compensado, siempre bajo la idea de habitar un espacio higienizado en el cual no tenga cabida la “podredumbre” social; el simulacro se ve amenazado y es por ello que Hruby pone en marcha un plan, bajo el cual se compromete a cumplir y responder para mantener en pie esta “realidad” oculta. La seguridad como Panóptico  se encuentra instalada en un punto estratégico, desde el cual controla la totalidad de un espacio, pero se encuentra oculta, “[…] hasta el punto de que puede convencer a todo el mundo de que no existe; la gente continúa creyendo que es libre, aunque su poder haya desaparecido […]” (Rheingold, 1993: 297-8)
Tras una noche de vigilancia, Hruby cae en la cuenta de que el sistema de seguridad que ofrece, no es tan necesario como supuestamente el creía, ya que no encuentra al culpable que rayaba los autos. Esto pone en evidencia, que el sistema es vulnerable, por lo tanto expone su debilidad: refleja el simulacro. Luego de este suceso, el vendedor de alarmas se encuentra casualmente con su antagonista y formula la solución al conflicto que enfrenta: volver a insertarse en la hiperrealidad, condenando a Ana por medio de un nuevo simulacro, por lo tanto, ocultando que el sistema no dio resultado y que esta obligado a fingir.

Finalmente Hruby se encuentra dentro de su auto momentos después de que violan a Ana, y comienza a llover. La lluvia es un elemento común en todos los personajes de la película, exponiendo que solo la naturaleza puede exhibir la miseria  del simulacro: detrás de la máscara solo hay vacío.

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